En la ultima reunión periódica que el Papa tuvo el día 16 de noviembre con los cardenales de los distintos Departamentos de la Curia Vaticana se hizo "una reflexión común"...sobre las solicitudes de dispensa de la obligación del celibato presentadas en los últimos años y sobre la posibilidad de readmitir al ejercicio del ministerio a los sacerdotes que actualmente se encuentran en las condiciones previstas por la Iglesia", según el comunicado que hizo público la Oficina de Prensa de la Santa Sede.La "gerontocrática reflexión común" terminó sin novedad alguna: se sigue anteniendo la actual disciplina del celibato obligatorio y "se ha reafirmado el valor de la elección del celibato sacerdotal, según la tradición cristiana", concluye el comunicado.
Pocos cambios se podía esperar de tal reunión que terminó en poco más de dos horas y que ha supuesto una demostración más del inmovilismo y el enrocamiento en las posiciones tradicionalistas de los últimos años.
Y es que en la iglesia jerárquica hay poca misericordia, poca compasión. En la jerarquía hay mucho miedo a decidir y a avanzar. Desde el Concilio Vaticano II nos hemos quedado sólo con una cosa: el miedo. Importa más conservar los parámetros de la más rancia tradición que los creyentes y sus situaciones, como sucede con los sacerdotes secularizados.
El tema del celibato obligatorio para los sacerdotes se ha tratado en muchas reflexiones de los Papas y en muchas reuniones eclesiásticas (Sínodos, Conferencias Episcopales...), lo que hace suponer que es un tema que la jerarquía no tiene claro ni resuelto. Lo lamentable es que no se resuelve por que no hay voluntad, porque no interesa por razones inconfensables de poder. Y, aunque no sea un asunto nuclear de la Iglesia, no por eso hay que dejarlo de lado, pues en medio hay muchas personas, sacerdotes, mujeres, fieles, comunidades que sufren las consecuencias de una ley injusta y antisocial.
Una vez más hay que recordar que el sacerdocio no es propiedad del Papa y la Curia Vaticana; ni siquiera es propiedad de la Iglesia. Es un carisma libre que Dios libremente lo da para el bien de la comunidad y, por lo tanto, no se puede reglamentar.
El celibato es un valor como opción, igual que otras opciones; pero el celibato impuesto ni es opción ni es valor.
Insistentemente, oportuna e inoportunamente hay que preguntar a la jerarquía, para que respondan en conciencia:
¿Por qué no se quiere ver la riqueza que supondría unir sacerdocio y matrimonio?
¿En qué daña el matrimonio al sacerdocio?
¿Qué mal hace el sexo al sacerdocio?
¿En qué corrompe la feminidad al sacerdocio?
Ahí está la práctica de los sacerdotes católicos casados en Oriente.
En Moceop, con esto, no pedimos que se nos deje volver a subir al altar ni queremos decir que sintamos nostalgia del presbiterio. Hace tiempo que dijimos que nos considerábamos "felizmente retornados al estado laical"
Lo que queremos es lanzar, de nuevo, un grito de libertad en la Iglesia, libertad que llevamos buscando hace más de veinticinco años, como signo y como buena noticia y que incluye vivir la fe desde comunidades de iguales; colaborar en el replanteamiento de los ministerios en las comunidades, desclericalizarlas; transmitir una ilusión real, un motivo serio de esperanza de una sociedad más humana y una iglesia más cercana, respetuosa, contagiadora de optimismo; lucha por el reconocimiento de los derechos humanos dentro de las comunidades de creyentes en Jesús; ser creyentes y personas que luchan por alcanzar su plenitud humana, sintiendo que la libertad para elegir estado y hogar y la transmisión de la vida, como dones de Dios, son para nosotros derechos no sometidos a ninguna imposición de ley.
Madrid, 22 de Noviembre de 2006
EQUIPO DE PRENSA DE MOCEOP:
Andrés Muñoz.-Madrid
Teresa Cortés.-Madrid
Juan Cejudo.-Cádiz
Ramón Alario.-Guadalajara
English translation by Rebel Girl:
In the most recent occasional meeting that the Pope had on November 16th with the cardinals of the different departments of the Vatican Curia a "common reflection" was held on the requests for dispensation from the obligation of celibacy which have been presented in the last few years and on the possibility of readmitting into ministry priests who find themselves in conditions predicted by the Church, according to the communiqué published by the Press Office of the Holy See.
This "gerontocratic common reflection" ended without anything new whatsoever: the current discipline of obligatory celibacy will remain in force and "the value of the choice of priestly celibacy, according to Catholic tradition, has been reaffirmed", the communiqué concludes.
Little change could be hoped for from such a meeting which ended in slightly over 2 hours and involved one more show of defense of the status quo and entrenchment of the traditionalist positions of recent years.
And there is little mercy, little compassion in the hierarchical church. In the hierarchy, there is much fear of making decisions and advancing. Since the Second Vatican Council only one thing has remained with us — fear. Protecting the boundaries of the most rancid tradition matters more than the believers and their circumstances, as has happened with the laicized priests.
The theme of mandatory celibacy for priests has been discussed in many reflections of the popes and in many ecclesial meetings (synods, bishops' conferences, etc.) which makes one assume that it is a theme that is unclear and unresolved for the hierarchy. Unfortunately it is not resolved because there is no will, because it is not of interest due to shameful reasons of power. And, even though it is not a central task of the Church, that is no reason to leave it aside since in the middle there are many people, priests, women, faithful, and communities who are suffering from this unjust and antisocial law.
Once again it must be recalled that the priesthood is not the property of the Pope and the Vatican Curia; it is not even the property of the Church. It is a free charism that God freely gives for the good of the community and, as such, it cannot be regulated.
Celibacy is valuable as a choice, equal to other choices; but imposed celibacy is neither a choice nor a value.
Insistently, conveniently or inconveniently, we have to ask the hierarchy so that they can answer in conscience:
Why do you not want to see the richness that a union of priesthood and matrimony could produce?
How does matrimony hurt the priesthood
What harm does sexuality do to the priesthood?
How does femininity corrupt the priesthood?
And there is the custom of married Catholic priests in the East {Eastern rite churches].
In MOCEOP, with this, we are not asking to be allowed to go up again to the altar nor do we want to say that we are nostalgic for the presbytery. For a long time we have said that we deem ourselves "happily returned to lay status."
What we want to do is to renew our call for freedom in the Church, a freedom we have been seeking for over 25 years, as a sign and good news and which includes living faith within communities of equals, collaborating in the reconsideration of ministries in the communities, declericalized; transmitting a real dream, a serious reason for hope for a more human society and a church that is closer, more respectful, and more contagiously optimistic; fighting for the recognition of human rights within the communities of believers in Jesus; being believers and people who fight to achieve their human fulfillment, believing that the freedom to choose one's status, home, and the transmission of life, as gifts of God, are rights that cannot be subjected to the imposition of any law.
Madrid, November 22, 2006